Ah, y bueno, donde hay un ella, hay un él... qué decir de él; un chico común, uno más, de esos que ves por la calle un día sí, otro también. De esos que juegan al fútbol en un equipo en el que quizás nunca ascenderán, de esos que tienen unas pestañas que una chica mataría por tener, aunque nunca nadie repare en ello. Sí, de esos chicos que, a pesar de machacarse con eso cascos a volúmenes considerables a diario, siguen conservando su cerebro. Es de esos que pueden pasarse tardes enteras jugando a la Play Station y bajándose porno por internet, y que, de hecho, lo hacen. Le podemos llamar uno, porque de hecho lo es, es uno más.
Así es como, de algo corriente, cotidiano, común, emerge algo extraordinario. Le podemos llamar amor, porque de hecho lo es.
Y es que, de vez en cuando, uno mas una, son dos.
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